Por el año 300 a.C. la ciudad griega de Alejandría, fundada por Alejandro Magno en la costa mediterránea de Egipto, era la urbe más grande del mundo. Tenía avenidas de 30 metros de ancho, un magnífico puerto y un gigantesco faro para anunciar a los marinos que allí se dirigían que se acercaban a su destino. El faro fue una de las siete maravillas del mundo antiguo.
El museo y la biblioteca estaban divididos en facultades, cada una dirigida por un sacerdote. El salario del personal lo pagaba el rey. Los estudiosos de la biblioteca y museo de Alejandría estudiaban todo lo posible: literatura, matemáticas, astronomía, historia, física, medicina, filosofía, geografía, biología e ingeniería.
Por sus pasillos se pasearon, entre otros, Eratóstenes; el astrónomo Hiparco, el cual trazó un mapa de las constelaciones y clasificó las estrellas por su brillo aparente; Euclides, sistematizador de la geometría; Apolonio de Perga, matemático que investigó las propiedades de las curvas llamadas «secciones cónicas» (parábola, hipérbola y elipse); Arquímedes, el genio de la mecánica, y -en el ocaso de la biblioteca, seis siglos después- la astrónoma, matemática y física Hipatia, una mujer que se desenvolvía con toda soltura en un medio tradicionalmente acaparado por hombres y una época en que las mujeres tenían aun menos oportunidades que hoy. Se sabe que desde el principio la biblioteca fue un apartado al servicio del Museo. Pero más tarde, cuando esta entidad adquirió gran importancia y gran volumen, hubo necesidad de crear un anexo cercano.
Creada por Ptolomeo III (246 adC-221 adC). El lugar donde se estableció esta parte nueva fue en la colina del barrio de Racotis (hoy se llama Karmuz), en un lugar de Alejandría más alejado del mar, en el antiguo templo erigido por los primeros Ptolomeos al dios Serapis, llamado el Serapeo. Esta segunda biblioteca debió ser sin duda la que resistió el paso de algunos siglos, conquistando como la anterior la fama y el prestigio del mundo conocido. En la época del Imperio Romano, los emperadores la protegieron en gran manera. La modernizaron incorporando calefacción central por tuberías con el fin de mantener los libros bien secos en los depósitos subterráneos.
Opinión: Creo que el texto esta bastante bien planteado y lo unico copiado son las fechas y los más importantes genios que estudiaron allí. Sinceramente por el trabajo le doy al mio propio un 8.
Os dejo dos fragmentos de la colección COSMOS de Carl Sagan:
Ignacio Rodríguez Muñoz